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COHERENCIA CARDÍACA ≈ INTUICIÓN

Para mí, la intuición es un susurro, un soplo ligero en el interior. Es un latido con poder de

ordenar. Cuando dudo, pongo la mano en el pecho y me pregunto: ¿hay prisa o hay paz? Si

hay drama, no es intuición: suena a calma que decide. No quiere convencer, no corre; se

abre paso. Yo la llamo: LA VOZ DEL CORAZÓN.


Nuestras abuelas sabían si venía lluvia mirando el cielo. No era magia: era leer patrones.

Quien vive en el mar también aprende a escuchar las corrientes con la piel. Ese mismo

gesto, pero hacia dentro, es la coherencia cardíaca: afinar el cuerpo para que lo que

siento, pienso y hago vayan en la misma dirección.


Corazonadas. Así lo nombraban muchas de ellas: esa señal que nace en el pecho y apunta

camino. Afinando, afinando, esa sensibilidad roza lo que algunos llaman clarividencia: ver

con el cuerpo antes que con la cabeza. A lo largo de la historia, muchas personas —sobre

todo mujeres, pero también hombres— se dejaron guiar por esas corazonadas y fueron

etiquetadas como “brujas” o “curanderas”.

Ni magia ni truco: es la capacidad humana de habitarnos y escuchar la sabiduría de la vida y del cuerpo. Cuando esa escucha se entrena y se regula —presencia, calma, coherencia— se vuelve una herramienta de vida.


Los bebés son grandes maestros: se calman con el latido y la respiración de quien los

sostiene. No entienden argumentos, pero reconocen presencia regulada. En personas muy

sensibles —neurodiversas o simplemente entrenadas en escuchar— pasa algo parecido:

perciben microseñales, leen a los animales,

“sienten” la sala sin necesidad de adornos.

Llamémoslo vínculo y regulación: cuando alguien sostiene en coherencia, tu sistema

nervioso y tu corazón se relajan.


Entonces surge la duda: ¿por qué mi intuición dice “esta persona sí” y “esta no”? ¿Cuándo

es intuición y cuándo prejuicio camuflado? El prejuicio habitualmente lleva detrás un

miedo: busca control, cierra posibilidades y necesita tener razón. La intuición, en cambio,

trae paz, abre y no discute.


Tres filtros ayudan:

1. Paz: ¿mi pecho se abre y respiro mejor?

2. Sin prisa: si urge cerrar “ya” o tener razón, suele ser miedo.

3. Apertura: la decisión cabe en una frase simple y no necesita una tesis.


Hay días en que no pasan los filtros: cansancio, hambre, historias acumuladas. El estrés

distorsiona la antena. Por eso me gusta la coherencia cardíaca: no adivina el futuro (aunque a veces podríamos decir que sentimos sus ecos); ordena el presente para decidir desde un lugar más amable.


Cuando tengas una decisión importante que tomar: mano al pecho, respiras lento y preguntas: “¿Desde el amor hacia mí, diciéndome la verdad que solo yo sé, qué decido

ahora?”. A veces el  es una puerta que se abre por dentro. Otras, un no que no hace

ruido, un no que cuida. Señal clara: la intuición no hiere; ayuda a poner límites con

respeto.


Nuestros ancestros lo practicaban sin llamarlo así: sentir el suelo, mirar la luna, compartir

pan al fuego. Hoy cambiamos el fuego por pantallas; toca recordar lo básico: respirar juntos, mirar a los ojos, comer sin prisa, tocar la tierra. Así lo aprendí de mis padres, venidos del campo. La antena se despliega cuando baja el volumen de la mente. Y no la

demonizamos: mente e intuición, juntas, son poderosas.


La prueba de la presencia. Hay personas con las que el cuerpo descansa de inmediato.

Ese sosiego es un buen medidor de que estás con la persona adecuada —terapeuta,

acompañante, amistad o pareja— Se habla mucho del “fuego”, de las mariposas y del

estómago revuelto; a menudo eso es el sistema nervioso en alerta. La intuición, en cambio,

reconoce hogar: una presencia que te sostiene, que te da calma, que te deja respirar. Ahí

sientes que estás en casa.



Apunte científico (breve y sin humo)

  • El corazón y el cerebro dialogan en ambas direcciones. Muchas señales ascienden

desde el cuerpo a través del nervio vago e influyen en cómo percibimos y decidimos

(interocepción y los llamados potenciales evocados por el latido).


  • Respirar a unas 6 respiraciones por minuto (5 s inhalar / 5 s exhalar) aumenta la

variabilidad de la frecuencia cardíaca y favorece la regulación emocional; el

biofeedback de HRV (variabilidad de la frecuencia cardíaca) cuenta con evidencia

clínica.


  • En vínculos cercanos puede aparecer sincronía fisiológica (madre-bebé: latidos y

respiración coordinados), lo que explica por qué una presencia regulada nos calma.


  • Sobre si “el corazón gana”: más que competir con la razón, las señales del cuerpo

sesgan de forma útil nuestras decisiones cuando hay experiencia y el contexto lo

permite (marcadores somáticos; decisiones por reconocimiento). La combinación

análisis + intuición regulada suele rendir mejor que cualquiera por separado.



Siete prácticas para entrenarla

  1. Respiración de coherencia (3–5 min). Inhala 5 segundos, exhala 5 segundos.

Lleva la atención al centro del pecho y evoca una emoción suave (gratitud/ternura).

Luego pregunta: ¿Qué sería lo más amoroso y honesto ahora?2. 3. 4. 5. 6. 7.


  1. Prueba de la paz. Imagina dos opciones durante 30 segundos; elige la que abre el

cuerpo y baja la tensión.


  1. Diario de corazonadas (7 días). Intuición → acción → resultado → sensación

corporal; revisión el domingo.


  1. Ensayo en pequeño. Convierte una decisión en un experimento reversible. Aprende

sin drama.


  1. Silencios cotidianos. Paseo sin móvil, ducha consciente, tres respiraciones antes

de contestar un mensaje. Menos ruido mental, más señal.


  1. Chequeo de sesgos. Antes de decidir sobre alguien, pregúntate: ¿estoy

proyectando una historia vieja?


  1. Descansa. Hambre, sueño y estrés secuestran la escucha. Dormir y comer mejor

también es escuchar mejor.


La intuición no te hará infalible; te hará coherente. Es esa paz discreta que sostiene un

claro o un no bien dicho. No necesitas convertirte en otra persona: solo volver a ti, a tu

latido. Llamémoslo coherencia cardíaca. O llamémoslo intuición. Al final, es lo mismo: eso

que sabes sin saber cómo lo sabes… y que, cuando la sigues, dices: “¡Aquí es!”. LA VOZ DEL CORAZÓN.


Eso que sabes, pero no sabes cómo lo sabes.


¿En qué parte de tu cuerpo sientes con claridad el “sí” (o el “no”)?


¿Cuál ha sido la decisión más importante que has tomado desde la intuición?


¿Tienes afinada tu intuición? ¿Te dejas guiar por ella?


Nos ayudas mucho con tus comentarios. Cada experiencia es única y enriquece

nuestra comunidad.


Anna Martín
 
 
 

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